Había una vez con un chiquilín al que no le gustaba el futbol y dibujaba muy bien. Mientras otros gurises corrían, el se divertía mucho adentro, podía pasar las tardes enteras absorto en sus dibujos. Le interesaba todo, todo lo dibujaba, todo lo re-pensaba y volvía a dibujar.
Un día del año cuarenta y largo, probablemente llegando al cincuenta llegó una encomienda a la casa del niño en Montevideo. Venía de los Estados Unidos.
La madre, que había recibido el paquete, le dice preocupada: esto es para vos Quico…
Ella no entendía por que llegaba una encomienda para su hijo desde Estados Unidos, con un gran sello de Ford Motor Co.
Cuando vio el paquete sus ojos se iluminaron, el sabía de que se trataba.
Ansioso la abrió y en la encomienda encontró una nota que decía algo mas o menos así:
“Estimado Sr. Luciardi:
Lamento comunicarle que por motivos legales nuestra empresa no puede recibir sus dibujos, aunque sus ideas sobre como mejorar nuestros coches nos resultaron muy interesantes.
Esperamos que siga adelante con su vocación y que los materiales que aquí le enviamos sean de su interés.
Sin otro particular,
Firmado fulano de tal, Director de Diseño.”
En el interior de la encomienda venían los minuciosos dibujos con sugerencias parael diseño de los autos de la firma que Quico había enviado a Ford sin que nadie en su casa supiera. Como obsequio venían también manuales de uso interno con exhaustivos despieces de los autos y otros materiales promocionales. Ese tesoro lo acompañaría toda la vida, como muestra del primer impulso para llevar adelante su pasión.
Su pasión era el diseño, aunque todavía no lo sabía. Unos años más adelante se convertiría en una de las mentes más inquietas del diseño uruguayo, una personalidad sensible y endiablada, a la que nada de lo humano le fue ajeno.
– Álvaro Heinzen